Wednesday, March 13, 2013

(que hay alguien a mi lado que me tiene enamorado)

Nos gusta jugárnosla a cara o cruz, andar descalzos y alzar el vuelo con los ojos cerrados y sin dejar de pisar el suelo. Nos gusta jugárnosla con cosas pequeñas, fáciles. Un "¿y si saliera bien?..." y otra vez comienza el juego. Mucho más que una apuesta y no sé si tan frágil como una realidad.

Es tan raro eso de depender sin depender, el llorar sin querer. El mirar sin ver más allá del otro. Ese estado de estupidez que hace que cualquier cosa te embriague en un recuerdo que ni siquiera sabías que había ya en tu cabeza, dime, ¿qué tiene de bonito? 

Y el hablar sin querer decir, el echar de menos cuando aún se está. Es tan raro dejar de decir "mamá" para decir "madre". Cambiar chapas por cigarrillos y aún así... aún así seguir haciéndonos daño con pequeñas piedras, pero esta vez no se quedan en nuestras pequeñas manitas, esta vez se incrustan ahí, justo, en el centro, en nuestro corazón. 

Y sobre todo, cómo poco a poco vamos amueblando nuestra cabeza y cómo por mucho que amueblamos, perdemos la cabeza, la razón y hasta las bragas con un "confía en mí" sin argumentos. 

Cómo hablamos sin pensar. Cómo nos dejamos llevar y cómo nos quejamos de las consecuencias. 

Y ¡joder! Cómo nos gusta aún así ese estado de no-pensar.

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