La gente se casa porque se quiere, pero también porque llega un momento en el que a uno le entran ganas de gritar que estás enamorado de alguien. Y es que un día le conoces en la cola del cine o en una tienda de discos, y poco después, te sorprendes haciendo cosas que nunca pensaste hacer... cosas como untarle las tostadas con mantequilla, dejarle tu lado de la cama o ver una película romanticona en lugar del fútbol.
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