Thursday, February 23, 2012

Recuerdos.

Cuando era pequeña, adoraba ponerme mala, no los dolores, ni el no ir al colegio, me gustaba porque estaba segura de que mi padre me llevaría a casa de mis abuelos y sentía que los juegos de mi abuela y las bromas de mi abuelo eran la mejor medicina que podía haber. No sé, cuando pasaba días allí, parecía que lo malo se hacía menos malo...
Hacía un año ya desde la última vez que había visto aquella casa. Y fue un sentimiento extraño... al principio sentí frío y pensé que sería algo normal, hacía mucho que nadie iba. Después, al caminar y ver todas aquellas cosas viejas fui recordando lo bien que lo pasaba jugando allí. Nostalgia. Pequeñas lágrimas recorrían ya mi cara bajando por mis mejillas. Pensé en todos los recuerdos que guardaba allí. En todos los veranos. Pero sobretodo en mi abuelo. Ya me había acostumbrado a pensar que no volvería a verlo, pero aquella casa me hizo recordar todo lo que le había echado de menos. Algunas cosas estaban rotas y otras, ni siquiera estaban, pero no sé... me dio la sensación de que todo estaba tal y como lo recordaba.
Seguí recorriendo el frío pasillo y llegé a una puerta pintada con las iniciales de mi hermano... y con las mías. Dos camas. Dos cuadros y nuestros nombres bordados. Juguetes viejos. Un armario con algunas fotos pegadas y paredes que donde no estaban pintadas, estaban recubiertas de posters. Lo bien que nos lo pasamos decorándola.  Joder. Cuántas noches, tardes, días había pasado entre esas cuatro paredes. Después fui a la salita. Aquel viejo sillón me hizo sonreír. Recuerdo como solíamos madrugar en verano para ver los dibujos allí, o como me gustaba tumbarme encima de mi abuelo y sentir su respiración. Cuando jugaba con mi abuela imitando a los cantantes de la tele y todas esas veces que me quedé dormida y amanecí sin saber donde estaba. La televisión ya no estaba, ni la mesa, pero sí estaba allí el armario donde mi abuela solía guardar todas esas cosas que a mí, me parecían tan apetecibles para jugar.
La habitación de mis padres, el comedor, la cocina. Todo como lo recordaba. Todo tal y como me hubiera gustado verlo.
Por último, subí las escaleras que llevaban al desván. Allí estaban... todas las cosas de cuando mi abuelo era jóven. Sus tesoros. No pude evitar sentarme y leer algunas de sus cartas, mirar sus fotos. Realmente, se me estaba haciendo raro estar allí sin él. Sin escuchar su risa, sin su vaivén, sus paseos o sus ganas de hacer siempre algo. Era jodidamente raro. No estaba triste... pensé que me había acostumbrado a echarle de menos... que aquella sensación, simplemente, se había convertido en algo familiar y ya no me extrañaba acordarme así de él.
Entonces lo ví, era una caja que ponía "Hospital"... no pude evitar abrirla y descubrí todas las cosas que mi abuelo se había llevado, todas las cosas con las que nunca volvió a casa y allí estaba, aquella foto que tanto había buscado... de izquierda a derecha. Mi hermano, yo, mi abuelo y su enorme sonrisa.

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