Pase lo que pase, siempre te echaré de menos.

Tú ya no estás y aunque al principio no me podía imaginar como sería todo cuando te fueras, mira, no es tan diferente. Supongo que no me gusta más, ni menos. Que lo echo de menos, pero no lo añoro... 

Lo único que se me viene a la cabeza cuando te pienso son buenos recuerdos y todo lo bueno que me has hecho, la forma en la que me has visto ver la vida y una montaña rusa.

¿Una montaña rusa? Sí. Porque tú no eras nada, fuiste mi vida, fuiste todo, pero fuiste. Porque estuvimos abajo, estuvimos arriba y ya no estamos. 

¿Por qué? Porque la vida es así. Parece que nada tiene sentido que no vives hasta el día 365 al borde del precipicio, en una cuerda sin red, rompiéndote en mil pedazos por un instante, sin esperar que nadie entienda tu forma de ser, de pensar, de actuar, de querer... pero sobre todo, sin preocuparte del día 364 y esperando un gran comiendo para el día 1, sabiendo que nunca llega el final de una época, sino el inicio de una historia totalmente nueva.