Friday, June 10, 2011

Si decido quedarme...

Adam se tumbó en mi cama y estiró los brazos por encima de la cabeza. Toda su cara sonreía: ojos, nariz y boca. 
-Toca conmigo-dijo.
-¿Qué?
-Quiero que me toques como si fuera un chelo.
Iba a replicarle que no dijera tonterías, pero de pronto pensé que tenía sentido. Fui al armario y saqué uno de mis arcos de repuesto.
-Quítate la camisa-pedí con voz trémula.
Lo hizo. A pesar de su delgadez, era sorprendentemente musculoso. Podría haberme pasado veinte minutos contemplando los contornos de su pecho, pero él me quería más cerca. Yo también lo deseaba.
Me senté a su lado, de manera que tenía su largo cuerpo tendido ante mi. El arco tembló cuando lo dejé caer sobre la cama alargué la mano izquierda y le acaicié la cabeza como si fuera la voluta de michelo. Él volvió a sonreír y cerró los ojos. Me relajé un poco. le toqueteé las orejas como si fueran las clavijas y luego le hice cosquillas juguetonamente y él rió por lo bajo. Coloqué los dedos sobre la nuez respiré hondo para armarme de valor y pasé al pecho. Reocrrí el torso con las manos en toda su longitud, deteniéndome en los tendones para asignarle una cuerd aa cada uno: la, re, sol, do. Los acaricié uno a uno con la yema de los dedos. Adam permaneció muy callado, como concentrándose en algo.
Cogí el arco y se lo pasé suavemente por las caderas, donde estaría el puente del chelo. Toqué con suavidad al principio, y luego con más fuerza y velocidad, a medida que aumentaba la intensidad de la canción que sonaba en mi cabeza. Adam permanecía inmóvil. De sus labios escapaban leves gemidos. Miré el arco, miré mis manos, miré el rostro de Adam y me sentí invadida por el amor, la lujuria y una desconocida sensación de poder. Jamás había imaginado que pudiera lograr que otra persona se sintiera así.
Cuando teminé, él se incorporó y me dio un largo y profundo beso.
-Mi turno -dijo entonces.
Hizo que me levantar y empezó a quitarme el suéter por la cabeza y bajarme un poco los tejanos. Luego se sentó por la cabeza y me tumbó sobre sus rodillas. Al principio no hizo nada más que abrazarme, yo cerré los ojos y traté de sentir sus ojos en mi cuerpo, viéndome como nadie me había visto en la vida.
Luego empezó a tocar.
Rasgueó los acordes de mi pecho, haciéndome cosquillas y reí. Suavemente movió las manos hacia abajo y entonces dejé de reír. Las vibraciones del diapasón aumentaban cada vez que Adam me tocaba en un sitio nuevo.
Al cabo de un rato, cambió a un estilo más español en el movimiento de los dedos. Utilizaba la parte superior de mi cuerpo como mastil, acariciándome el pelo, la cara, el cuello. Punteaba en mi pecho y estómago, pero yo lo notaba en sitios a los que sus manos ni se acercaban. Su energía iba en aumento a medida que tocaba y mi diapasón enloqueció probocándome vibraciones por todo el cuerpo hasta dejarme sin aliento. Y cuando creía que ya no podía aguantarlo más el torbellino de emociones alcanzó un vertiginoso crescendo que excitó todas y cada una de mis terminaciones nerviosas. 
Luego abrí los ojos, saboreándo la cálida calma que me inundaba. Me eché a reír. Adam también. Nos besamos durante un rato hasta que él tuvo que irse a casa.
Cuando lo acompañé hasta el coche sentí deseos de decirle que lo amaba, pero me parecía un tópico después de lo que habíamos hecho. Así que esperé a decírselo al día siguiente.
-Qué alivio, chica. Pensaba que a lo mejor querías usarme solo como objeto sexual -bromeó él, sonriente. 

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